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Erbló de Paco Rebolo... la última frontera.

EL MAL KARMA

Dicen que existe una cosa llamada Karma.  Que no es pronunciar un sinónimo de tranquilidad de modo descuidado sino algo así como una herencia casi eterna, reencarnación a reencarnación, de forma que “De acuerdo con las leyes del karma, cada una de las sucesivas reencarnaciones quedaría condicionada por los actos realizados en vidas anteriores.”

Y por qué extraña razón digo esto, pues porque hace unos días, en plena tormenta tuve que acercarme a San Pablo de Buceite, y, oteando el paisaje me paré a observar la vía del tren y no pude menos que caer en la cuenta de que, si pensáramos que estábamos a mediados del siglo XIX esa vía no desentonaría nada en absoluto. Pero nada. Sólo faltaban dos o tres bandoleros a caballo para el tema ambiente.

Es decir no ya AVE, Talgo o similar, sino dos raíles de juguete para un tráfico de Champions League.

A partir de ahí, no pude por menos que pensar en la cantidad de muertos que tuvieron que transcurrir hasta ser dignos de una Autovía que enlazara con la Autopista a Sevilla.

Y en los atascos sempiternos de Tarifa, ciudad de viento, playas y atascos. Ni en lo que cuesta salir hacia Málaga salvo que te quieras perder en las rotondas, ese paraíso de los fabricantes de compases.

Y en éstas que sale mi vena reivindicativa y sigo dándole vueltas al magín y caigo en la cuenta de que tenemos, tan sólo en el plano turístico, dos focos de primer nivel mundial (Tarifa y Sotogrande), dos Parques Naturales aún por explotar, 15 millones de campos de golf, más o menos, campos de polo, 3 castillos visitables, 2 yacimientos arqueológicos de primerísimo nivel… En el plano industrial, el primer polo industrial de Andalucía, en el plano logístico uno de los puertos más importantes del mundo (entre los 100 primeros); en tráfico de pasajeros ni contarlo (recordemos, tenemos otro continente a tiro de piedra).

Y nos guste o no, una frontera ahí al ladito con la que tenemos la costumbre de hacer el ridículo por una parte y por otra. Sin banderas de por medio.

Es decir, como para pensar en que una situación así generaría una apuesta decidida de quien corresponda (¡qué socorrido eufemismo!) en la firme convicción de que esto es locomotora y no vagón de cola.

Pensemos en términos de inversión, no de gasto, porque estaremos en crisis (¿quién lo duda?), pero se sigue gastando en otros puertos, se siguen construyendo carreteras y, sobre todo, modernizando vías de tren para facilitar el tránsito de mercancías que demanda el mercado. Entonces, la pregunta obvia es ¿y por qué aquí no?

Yo no tengo la respuesta o, al menos, no quiero pensar en un escenario en que las posibles repuestas pasen por imaginarnos un entorno de sesudos y sesudas personas (de hoy, de ayer y de todos los tiempos, ausentes las siglas y firme el ademán), dirigentes de alto standing, que entienden y han entendido las apuestas por el Campo de Gibraltar como un envite en contra de otras ciudades cercanas y algo más capitalinas (algo así como la estúpida pretensión de ser el tuerto en el país de los ciegos, defecto en el que suelen caer los pésimos estrategas y de los que tenemos tan abundantes ejemplos).

O quizás ocurra que esos jurdeles sean estúpida moneda de cambio para contentar a otros que ven lo de aquí abajito como un competidor a exterminar.

Ni siquiera me importa de qué color sean los que no hacen, ni el color de los que han dejado de hacer;  lo verdaderamente terrible es que más de una docena y de dos tendría que revisar sus conceptos básicos de macroeconomía y entender que para salir de una crisis hay que invertir en lo que genera riqueza y para crear riqueza hay que invertir en lo que va a generar más riqueza. Y de eso queda muy poco en esta nuestra España y lo que queda se desprecia en lo que a nosotros se refiere. Qué pena, ¿no?

En definitiva y por retomar el enunciado del principio e irnos algo hacia lo místico, no quiero ni pensar en lo malos que han tenido que ser nuestros ancestros campogibraltareños para que, después de tantas generaciones, sigamos anclados en las mismas carencias, asediados por los mismos fantasmas y abandonados a nuestra suerte, o casi, vez tras vez.

Maldito Karma.

VOLCÁN DE CHOCOLATE

VOLCÁN DE CHOCOLATE

Como soy un animal de costumbres y una persona proclive al pecado, y hallándome en tamaña tesitura no sabía hacia qué vicio tirarme, pensé en mi amigo Juan, de Los Arcos, en la Bajadilla y no seais malevos, es que Carmen, su mujer y cocinera ad-hoc, prepara un postre que, muchos años atrás probé por primera vez en el Casino de San Roque y sencillamente me impactó: Volcán de chocolate. Como suena (esperad un segundo que me limpie que estoy salivando).

De este postre me intrigan muchas cosas, pero la más importante es por qué extraña y oculta razón no hay nadie que yo conozca que prepare tan sicalíptico regalo de los dioses. Y además no es ni medianamente difícil elaborarlo. Cosas veredes, Sancho, cosas veredes.

A saber, pero teniendo en cuenta que hay muchas variaciones en cantidades y casi todas válidas: 3 huevos, 200 gr de mantequilla blanda, 150 gr de azúcar glass, 110 gr de harina, una pizca de canela (opcional), 250 gr de chocolate negro, cuanto más puro mejor y un pelín de sal (para potenciar los sabores). Da para unos pocos si consideramos seis como unos pocos. Y el proceso es sencillo, por una parte se funde el chocolate, para lo que recomiendo el microondas porque es de las pocas cosas que salen estupendamente así… aunque hay que tener cuidado con el calor residual y aprovecharlo, no al revés y que sea él el que te aproveche a ti como si de un político al uso se tratara. Una vez fundido, se mezcla, se bate, se interrelaciona todo hasta el límite de nuestra batidora y ya lo tenemos casi todo.

Sólo nos queda untar unos moldes que yo prefiero de silicona, poner el horno a 200 grados (importante, no convertir los grados a euros, que nos liamos) y dejarlos entre 8 y 10 minutos porque cada horno es un mundo, cada día diferente y la experiencia es un grado (que no sumamos a los anteriores).

Así conseguimos hacer del error virtud, puesto que nuestro postrecito se hace costra por fuera y lindo chocolate derretido por dentro, que es lo que se nos desparrama.

Para ayudar a la zampada y a la presentación, me gusta hacer unas natillas para el fondo, romper unos frutos secos y extenderlos con fino estilo y, si puedo, un caramelo en hebras con mantequilla y azúcar, pero eso ya es pecado mortal y como yo no creo en Dios, me genera unos enormes problemas existenciales.

EL JARDÍN DE SENDEROS QUE SE BIFURCAN

 

“El jardín de senderos que se bifurcan” es un relato corto y magistral, situado cronológicamente en la Segunda Guerra Mundial, del no menos insigne argentino Jorge Luis Borges; autor por otra parte poco inclinado hacia veleidades tendentes a lo bermellón. O, como diría el Gran Wyoming, más cercano a un ultracentrista que a otra cosa.

En él (tanto en el autor como en el relato) todo tiene una segunda o tercera causa y, lo que parece una simple novela policíaca, “es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre”, según las propias palabras del autor.

En cualquier caso no es una crítica literaria lo que quiero hacer, ni siquiera un cocido madrileño de los que tanto empiezan a apetecer en estas extrañas fechas, en las que incluso el clima se encuentra a media asta.

No.

El tema que me atrae últimamente es la facilidad que tienen algunos políticos de medio pelo por no citar las cosas por su nombre y citemos para ello de nuevo a Borges: “Es el modo tortuoso que prefirió, en cada uno de los meandros de su infatigable novela, el oblicuo Ts'ui Pên. (...) no emplea una sola vez la palabra tiempo”.

Imagino que los Padres de la Patria estarán inmersos en el gran debate de si el lenguaje modela la realidad o si es la realidad la que ganará la Liga.

Así, en un alarde soberano de imaginería literaria, deforman, distorsionan, violentan ad nauseam expresiones que, en román paladino, quedan en evidencia precisamente por eso, por el ímprobo esfuerzo en disfrazarlas.

Y aquí debo recurrir de nuevo a Borges, ya que él lo expresa mucho mejor que yo, como no puede ser de otra manera, al manifestar lapidariamente en la obra citada: “Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla”.

Y alguien (si es que alguien me lee) podría decir: “este tipo es un exagerado” o quizás “¿Qué me gusta más, el folk bretón o el normando?”, pero no quiero pecar de indocumentado ni desparramar sin aportar ejemplos tan evidentes de metáforas jamás soñadas por los mejores escritores que la Humanidad y los Premios Planeta han dado.

No es ni siquiera el incumplimiento de promesas que, de tanto oír, han comenzado a convertirse en mantras, no; si al menos tuvieran esa gallardía… Es el interés en hacernos quedar a los demás, a los que no compartimos sus crípticos mensajes ni en el fondo ni en la forma, como auténticos gilipollas de los que entran pocos en la docena lo que me repugna.

1.- ¿Recordamos la subida del IVA? Fue una campaña de las de ir a degüello en contra de subir ese modelo de igualdad social que es el impuestito de los huevos.

Punto 1: Sí, mienten como bellacos. Recordemos cuando en 2009, el señor que por parte de madres es… Brey, dijo aquello de: “El PP se opondrá a cualquier subida de impuestos, porque significa más paro y más recesión”. O también que esa subida era "un sablazo a la sociedad para cuadrar las cuentas".

Punto 2: Nos meten en ese jardín de bifurcaciones al decir: "impuestos sobre el consumo", "tipos impositivos sobre el alcohol, el tabaco o los carburantes..." y pretender explicarlo ante la petición de información con: "Trato de utilizar los términos hacendísticos más adecuados" (De Guindos dixit).

2.- Los bancos malos, a los que parece que estamos destinados, no son bancos malos, son “‘una sociedad que reagrupa los activos tóxicos de los bancos”, es decir un banco malo.

3.- Por supuesto, el rescate no es un rescate, sino una “ayuda financiera”,  "Préstamo en condiciones ventajosas". "Apoyo financiero". "Crédito". Es como decir que una fiambrera no es una fiambrera, sino “un envase con una tapa que puede ser de diferentes materiales: lata, vidrio, plástico,... la utilidad de la cual es llevar algún tipo de alimento, generalmente cocinados, para ser consumidos posteriormente.”

4.- La recesión no es recesión, salvo que gobiernen otros, ahora es “tasa negativa de crecimiento económico”. Bello disfemismo, como el uso de aquella abominación lógica y lingüística que otros, por entendernos, dieron en bautizar como “discriminación positiva”…. Los cojones. Que eso no existe y a ver si nos enteramos.

5.- Ya no se abarata el despido, sino que se “flexibiliza el mercado laboral”, es decir, en uso legítimo de la propiedad transitiva, se abarata y facilita el despido. ¿O nos hemos perdido algo, salvo la escasa inteligencia que nos pudiera quedar, por el camino?

6.- ¿Amnistía fiscal? Ni de coña: "medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas"  y también, en respuesta parlamentaria  del ministro del ramo: "Señoría, no hay ninguna amnistía fiscal. En el proyecto de ley del Gobierno lo que hay es una regularización de rentas y de activos, que es una figura bien distinta, y además es una medida excepcional para un tiempo excepcional". “Bobos, que sois unos bobos”, le faltó añadir mientras hacía un mohín y una caída de ojos de las que hacen época.

7.- ¿Empleos precarios? ¡No!, “minijobs” (y a mí que me recuerda esto a la peli de Austin Power… Me lo tendré que mirar).

8.- El copago sanitario, ese mal amante que a tantos jode y a nadie satisface, ahora es “Ticket moderador convergente”.

9.- En cuanto a la subida de las tasas y a la bajada de las becas, aquí las perlas son de lo más variado, así, "una racionalización en lo que corresponde pagar a la administración y lo que corresponde pagar al alumno", y, por supuesto, suben las tasas para que todos puedan pagarlas, a la par que promueven la privatización para incentivar lo público.

 

Así pues, como Borges, este gobierno nos presenta la realidad bajo varias capas de retorcido lenguaje, metafórico, cínico, recóndito, para que nosotros, no más que unos simples mortales, nos esforcemos a través de un intenso diálogo interior en desencriptarlo para alcanzar así cotas sublimes de sabiduría y comprensión. Borges pretendía hablarnos del tiempo, ese enigma, sin citarlo. Otros pretenden mearnos y decir que llueve, es lo que hay.

Aunque me imagino a alguno de esos de mantilla y caspa intensa, llorando por las esquinas al estilo de Yu Tsun, el protagonista de la obra al decir: “Después reflexioné que todas las cosas que suceden a uno suceden precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.”

Curiosamente, aprovechando el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la conflagración comenzó a inclinarse de lado aliado de forma irreversible, amén de por las victorias puramente militares, en el momento en que los aliados fueron capaces de descifrar los hasta ese momento imbatibles códigos que producía su máquina de encriptar “Enigma”. Es decir, poner clarito y sin duda alguna los mensajes que no eran más que letras y cifras sin sentido aparente y que mostraban las distintas estrategias, los movimientos de tropas y materiales, los bombardeos previstos...

Por otra parte, dudo mucho que ninguno de los que sueltan perlas tan floridas como las anteriores haya leído en su vida a Borges, sepa quién fue Yu Tsun ni consiga explicar el concepto leibniziano de la existencia simultánea de varios mundos disjuntos.

Por tanto, en alarde lógico insuperable, deduzco que piensan y actúan pensando en nosotros como en cretinos, gilipollas irrecuperables pertenecientes a una casta un escalón por debajo en valores del musgo ártico e indignos de la bondad infinita de aquellos que nos esquilman por nuestro bien.

Y no sé por qué extraña razón pero no, no me gusta la perspectiva. Habrá que seguir reventando la “Enigma” actual a ver si así.

 

Bacalao gratinado

Bacalao gratinado

Existen determinados alimentos que identificamos con épocas del año. Así, el Roscón de Reyes con el tórrido verano, el helado (mejor el de tutifru) con los rigores del invierno estepario y las torrijas y el bacalao con los carnavales. Bueno, más o menos, que tampoco vamos a ponernos tiquismiquis por unos errorcillos de cálculo que ahí está Nostradamus y todavía hay gente que se lo cree.

El caso es que, fechas señaladas aparte, mi amigo Juan se agenció un yacimiento de ese tesoro llamado bacalao que, a pesar de los años sigue excitando paladares. Así que me plante y ocurrióseme fantasear sobre variaciones sobre el tema del pilpil. Casi ná. Y como la cuestión está trillada, lo que me vino al magín os lo relato a continuación:

La idea es hacer bacalao al pilpil sin que acabe, aprovechar la proteína que hace que el pilpil sea lo que es, hacer una mayonesa…lo cuento mejor.

Por persona: 1 lomo generoso de bacalao (que invite siempre, vamos), aceite de oliva, huevo, ajo machacado, patata y queso recién rallado. Se procede como en el original, a saber, se pone el bacalao con aceite, mejor en cazuela de barro, y que llegue algo menos de a la mitad del difunto bichito. Se pone a fuego lentito más o menos cuatro minutos, se le da vuelta con mimo y se hace lo mismo pero moviendo la cazuela para ayudar a soltar esa cosita blanquita tan deliciosa. Movemos, movemos, seguimos moviendo, terminamos. Sacamos y ponemos a nuestro amigo sobre papel de aluminio (para cuando gratinemos) . Aparte, hacemos una mayonesa con huevo, sal, aceite y ajo muy machacado, cuando monte le vamos incorporando el aceite en el que hemos confitado los lomitos, dejándolo previamente que enfríen algo. Es importante que esta salsa la hagamos con batidora de varillas para que coja volumen y no resulte tan pastosa.

Depositamos con cariño y cuchara una cantidad importante de este mejunje sobre el lomo, que quede cubierto y que rebose por los costados. Le ponemos por encima el queso y lo gratinamos hasta que el queso coja un color que nos recuerde a un euro nuevo. Sacamos y lo ponemos sobre una rodaja gruesa de patata que hemos hecho despacito en aceite y que, cuando esté tiernecita la engañamos y ponemos el aceite a lo salvaje, para que haga costra.

Algo de perejil, vaso de vino y a disfrutar.

SOLOMILLO DE CRDO CON SALSA DE OSTRAS

SOLOMILLO DE CRDO CON SALSA DE OSTRAS

En estos apretones veraniegos cocinar parece más un tormento o un modo de pasar el trámite como se pueda más que un deleite sensitivo. Pero como no estoy de acuerdo, planteo algo sencillo, simple, jugoso, barato y de buen ver (mira, como yo). A saber: “solomillo de cerdo como si fuera roast beef con salsita de ostras y guarnición de arroz basmati con pasas”. Ea.

El único ingrediente medio qué en la receta es la salsa de ostras, pero se compra fácilmente por internet y da muchísimo juego para múltiples elaboraciones de todo tipo.

Los preparos, simples: 1 Solomillo de cerdo ibérico, salsa de soja, idem de ostras, medio palito de canela, aceite, arroz basmati, pasas y zanahoria rallada, mantequilla y aceite. Ya.

La idea es hacer un solomillo entero, sin partir previamente, para que coja un color rosadito por todas sus interioridades más profundas, y que no tengamos que cortar hasta el final, así que calentamos sartén y gotas varias de aceite de oliva y cuando esté cercano al punto de fusión del elemento metálico le echamos el solomillo entero (sin sal), lo dejamos que haga costra por todos sus alrededores y suburbios y bajamos el fuego. Lo tenemos así un rato hasta que nuestro entendimiento nos lleve a la íntima convicción de que por dentro comienza a tener el punto parecido al de las mejillas de Heidi. Cortamos por la mitad y contemplamos teniendo en cuenta que lo vemos siempre más crudo de lo que realmente está; problemas de la engañosa realidad y de la escasa fiabilidad de nuestros sentidos. Ahí le echamos un chorrito de salsa de soja (que lo salará) y un chorreón generoso de salsa de ostras, que entre otras cosas tiene glutamato monosódico que es un fantástico potenciador del sabor de lo salado. Apartamos del fuego y laminamos todo lo más finito que podamos, servimos con el jugo por encima que le dan un tono achocolatado de impresión.

Aparte, cocemos el basmati con agua, sal,  pasas y el medio palito de canela. Escurrimos y dejamos enfriar. Adornamos con zanahoria en tiras que sofreímos en la mantequilla. Podemos sustituir la zanahoria por pimientos rojos, calabaza, cebolla, puerros o un Registrador de la Propiedad venido a menos, que mejor eso a que lleguen a Presidente del Gobierno (¡Ay Mariano, Mariano!), que luego estropean la comida y lo que tocan. Queda bello (el arroz, no el Registrador) servido con arito. Si no hay aro, al anárquico desparrame y punto.

Aquí pega tinto, blanco, cava, birrita , sangría o lo que tercie.

Salud y República.

SOPA DE CIGALAS PROLETARIAS (O DE GALERAS VENIDAS A MÁS)

SOPA DE CIGALAS PROLETARIAS (O DE GALERAS VENIDAS A MÁS)

 

Porque la diferencia entre una cigala y una galera, amén del precio, la textura de la carne (a favor de la cigala) y el aroma a mar (a favor de la galera) es que la primera se viste de alta costura a diario y la segunda en los puestos del mercadillo; o sea un sutil concepto de lo proletario. Pero aun así, ante bichitos tan evanescentes como nuestras telúricas galeras uno no puede menos que inclinarse y ofrecer todos los respetos y la hipoteca a 30 años, por si cuela.

En definitiva que viendo un par de afamadísimas recetas de sopa de susodichas o crema de las mismas, no me hallaba yo en pleno éxtasis espiritual con lo que decidí innovar aun a riesgo (sin su prima) de cagalla. Mas no lo hice, vive Zeus. La idea era sencilla, no me gustan las sopas con pan crudo ni con falta de consistencia, ni las cremas con los sabores enmascarados, así que me planteé un sofrito con abundante cebolla y a partir de ahí….como para seis personas: Mucha cebolla (4 ó 5) caramelizada en lenta agonía, tomate frito (en proporción), un trozo no demasiado grande de mantequilla y un vaso de brandy; todo se flambea. A las galeras que coceremos en agua (aproximadamente kilo y medio) se les quita la carne en las que estén mejor; reservaremos las menos presentables y las batiremos (con el agua de la cocción) y colaremos, obteniendo un fondo de galeras de los que impresionan. Mezclaremos fondo y sofrito, le añadiremos un tercio de botella de fino bueno, dejamos que el brebaje primigenio cueza unos diez minutos y rectificamos de sal. Aparte podemos hacer unos fidelines y echaremos en nuestro plato, cazuela o similar una cucharada de oloroso seco para templar el ánimo, el caldo de después de la cocción, los fidelines, el cuerpo de un par de galeras (mejor si se adornan del magnífico coral), una tira grande de pan frito cruzando el plato (en recuerdo del pan crudo de la sopa) y a mí me gusta también un chorro pequeñito de nata cruda en homenaje a la crema que nunca fue.

Con estos ingredientes y preparación, ya sí, me alcanzó el arrobo místico que tanto anhelaba por encontrarme en ese estadío de la vida llamado vacaciones que nos habla mejor que ningún otro de la fugacidad del tiempo, así que…. Carpe diem!, bueno y también … tempus fugit! Y puestos a soltar chorradas: cave canem!

 

Vieiras maceradas en ginebra

Com mi amig Juan Morich me ha dich que teng men espac par las recet voy a procur cortarm un poquit en las pamplin que suel cont. Aprend Rajo.

Aun así, os voy a regalar una receta particularmente exquisita, sencilla y desde luego impactante: Vieiras maceradas en ginebra y a la plancha con salsa de tres pares de narices. La presencia es esplendorosa, la textura y el sabor, brutales. El precio no tiene por qué serlo.

A saber, se coge un par de vieiras por persona o asimilado (reservamos las conchas) y aprovechamos que vivimos cada vez más inmersos en un mundo de gin-tonics para usar una ginebra que sea algo más que alcohol de quemar, una de esa con aromas frutales y multitud de especias, más que nada porque son las que aportarán esos matices a la vieira. Cogemos las vieiras y las laceramos en su orgullo y en su cuerpo con incisiones que permitan que algo de la maceración pase a su interior.  El líquido y los sólidos de la maceración los preparamos de aquesta manera y sazón: Ginebra abundante, jengibre recién cortadito, puntito de ajo, cucharada de café de salsa de soja, laurel, romero, algo de aceite de oliva, chorrito de limón y cucharadita de café de miel (también cabe algo de salsa de ostras). Los ingredientes pueden cambiar al gusto del comensal o del bebensal.  Una vez introducidas las vieiras, conviene dejarlas un par de horas en el frigorífico o en una loma nevada de los Pirineos, pero lo primero es más accesible. Las maceraciones van mejor con frío, son cosas de la vida.

Cuando ya haya pasado el tiempo establecido por las leyes internacionales para que nuestra vieira esté en su punto, las sacamos, las escurrimos y las metemos en una sartén con mantequilla y algo de aceite y las vamos pasando hasta que estén en el punto que nos gusten, recordando que, curiosamente en las vieiras, la parte roja es la menos sabrosa. No tiramos el jugo que sueltan ni aunque nos despellejen al vacío. Ahora colamos el caldo de la maceración y lo echamos en la sartén para que reduzca y quede una crema brillante, sedosa, melosa, agradable al paladar y a la vista.  Ya sólo nos queda echar cada vieira en su concha y derramar con mimo el caldito por encima. Sencillamente espectacular.

Y por cierto, el próximo 7 de julio al mediodía se va a celebrar la tercera edición del Concurso de Tortilla de patatas en el Restaurante los Arcos, en plena Bajadilla profunda; el año pasado 64 piezas a degustar. Este… ni se sabe. ¿Quién será valiente de apuntarse sabiendo que estoy de jurado y que soy más malage que Risto Mejide (o como se llame)?

¡Oh Capitán, mi Capitán!

Así y no de otra manera debo comenzar mi primera colaboración en este medio llamado a grandes gestas periodísticas y de opinión (aunque no necesariamente en ese orden). Por consiguiente quiero empezar parafraseando al poeta estadounidense Walt Whitman (que no a la escena del “Club de los poetas muertos” ya que mi visceralidad me impide alabar a un “actor” como Robin Williams), en su elegía por la muerte de Abraham Lincoln (poema completo por ejemplo en: http://www.apoyolingua.com/comentario/ohcapitan.html) y no de otra manera.

Al leer el poema es inevitable aplicar una hermosa analogía entre capitanes y adivinar que una mente preclara como la del inmarcesible líder de todas las Españas ha analizado de manera exhaustiva la situación por la que atravesamos, las medidas que se nos imponen y los sacrificios que debemos afrontar (él y los suyos, sin duda merecidamente, están exentos para mayor gloria de nosotros los simples humanos).

Es, sin ningún género de dudas una travesía largamente planificada en la que todos, absolutamente todos los rumbos han sido trazados en el plano, en los mapas y en las neuronas de “aquel que ocupa el lugar de la divinidad junto a Brahma”. No puede habérsele escapado cómo quedan la miríada de desahuciados, los pobres de solemnidad y las familias antaño acomodadas (hipoteca  e hijos estudiando como modelo de insolencia). Y el horizonte sin duda le ha gustado ante la insistencia de su Divina Sabiduría en el envite. Y es que la travesía es la travesía, unos en yate y otros en hidropedal, pero travesía al fin y a la postre.

Y en ese análisis y contemplación de la situación marcados a fuego por la Frau y sus bancos, por tecnócratas, economistas y sesudos inversores a corto y a la baja en busca de un paraíso perdido de ignotas primas de riesgo y euríbores escondidos detrás de la mata, hállase nuestro Capitán al timón de aqueste barco que es también el nuestro pero algo menos en términos estrictamente matemáticos.  Mientras tanto, la realidad (ese vulgar mundo paralelo) sigue absurdamente empeñada en errar y tomar el camino equivocado pese a las indicaciones tan sabiamente desparramadas por el Elegido de los Dioses del Inframundo.

En esta ardua singladura deben resonar en sus sacrosantos oídos los versos del insigne poeta:

¡Oh, Capitán! ¡Mi Capitán! Levántate y escucha las campanas;

 Levántate, para ti flamea la bandera, para ti suena el clarín,

 Para ti los ramilletes y guirnaldas engalanadas, para

 ti la multitud se agolpa en la playa,

 A ti te llama la masa móvil del pueblo, a ti vuelve sus  rostros anhelantes;

 ¡Ea, Capitán! ¡Padre querido!

Trémulo de emoción debe imaginarse a sí mismo salvando escollos, ganando los premios codiciados, llegando a puerto con el gozoso pueblo anhelante del misterio de su ADN, de su sempiterna barba  a medio hacer y de la belleza de su rostro (¡Pero qué rostro, Zeus bendito!).

Y donde escribe “para/ti la multitud se agolpa en la playa,/ A ti te llama la masa móvil del pueblo, a ti vuelve sus  rostros anhelantes” que a nadie se le ocurra pensar en los mineros del norte ni en hordas de indignados ni en insolentes pidiendo pan y techo, no, ni siquiera en absurdos yayo-flautas de pensiones como chicles. Es, simplemente, el clamor de la admiración, del reconocimiento, del saberse frente a la Historia hecha gallego.

Al leer el poema, sobre todo en los versos que dicen aquello de:

“Mi Capitán no responde, sus labios están pálidos e

 inmóviles,

 Mi padre no siente mi brazo, no tiene pulso, ni

 Voluntad”

encontramos, sin temor a equivocarnos,  la explicación a su voz apagada, su mirada distraída y su gesto como ausente; como princesa transida por un  romántico vahído. No es que haya anulado el Debate del Estado de la Nación ni que calle ante la canallesca prensa ni que no dé explicación alguna por desidia, dejadez, estulticia, incapacidad, inutilidad innata o sobrevenida, error en sus conexiones sinápticas o problemas con el antivirus… ¡No! Es que su cita con el destino es callar, morir lánguidamente para resucitar como Ídolo eterno, como Tótem inmaculado, como el Supremo y definitivo Prócer de la Patria. O, en versión ligeramente más prosaica, algo así como Batman, el Capitán América y Radioactivo Man todo junto y con un toque de batidora o Thermomix.

Absurdo es, por otra parte, que busquemos redondear la analogía reclamando que en el caso que nos ocupa, no se ha rematado la faena con eso de “El navío ha anclado sano y salvo; su viaje, acabado y/ concluido,/Del horrible viaje el navío victorioso llega con su/ trofeo”. Es pedestre una pretensión similar. ¡Y tan prosaica! Nuestro amado Faro tiene una cita con la Historia, en mayúsculas y a largo plazo, no con mesas vacías, techos ausentes y desnudeces procaces.  Es lo que hay.

Por último, el remate del poema no ha estado exento de agrias y deslucidas polémicas puesto que la redondez pergeñada con:

“¡Exultad, oh, playas, y sonad, oh, campanas!

 Mas yo con pasos fúnebres,

 Recorro la cubierta donde mi Capitán

 Yace frío y muerto.”

Ha sido denigrado por la pretensión de algún heterodoxo impúdico y cantamañanas que propuso una traducción algo diferente para los dos últimos versos cercana a “Recorro la cubierta donde mi Capitán yace y me cago en tós sus muertos”, pero ya se sabe que no hay que hacer demasiado caso a los heterodoxos que luego manchan. Y en cualquier caso ¿cómo el poeta iba a ser capaz de adornar con tamaño exabrupto la memoria de su idolatrado Abraham Lincoln?