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Erbló de Paco Rebolo... la última frontera.

Música

Memoria compartida: SUBURBANO

Memoria compartida: SUBURBANO

En un recorrido nostálgico de calidad, con la perspectiva de la buena música como excusa, siempre tendré como referente un sello discográfico ya desaparecido y de nombre Guimbarda (1979-1985), que conocí a través de una publicación que esperábamos (esperábamos muchos, no es un vulgar plural mayestático) todos los meses  como a agua de mayo y que aún hoy día, en plena época de piratas y cánones, sigue saliendo (en papel y en la Red): Discoplay.

Muchas de las ediciones del mítico sello (llegaron a sacar más de cien discos) tienen hoy la categoría de joyas (al menos para mí) de las que, en algunos casos, he podido recuperar viejas grabaciones (manufacturadas en esas “extrañas” cintas de dióxido de cromo, cuando tenía pelas, y de lo que fuera cuando no las tenía. Casi todas son de las de “lo que fuera”, obviamente). Tengo la tarea pendiente de recuperar otras que guardo en vinilo, pero a quien se las dejé (saludos, Miguel Ángel) San Pedro se las bendiga (o eso creo yo que piensa él deformando el refrán). Todo se andará. Sobre todo si es con pan y vino (y queso y aceitunas y langostinos de Sanlúcar…).

Es obvio que en toda labor nostálgica, la memoria nos juega malas pasadas, haciéndonos recordar claramente mejores los sabores, olores, relaciones y músicas que nos han acompañado. Pero en este caso, como he podido rescatar algunas de esas maravillas fonorosas (toma palabro), absolutamente perdidas, debo decir que no, que me quedo corto.

En esos tiempos fue cuando comencé a escuchar con auténtica reverencia a grupos y solistas (muchos de Guimbarda) con nombres tan sonoros como sus composiciones (ahora y antes otros muchos hacen coprosiciones, pero ésa es otra historia): Gwendal, Geranium, Keltia, Boys of the Lough, Kolinda, La Bamboche, Labanda, Alan Stivell, Suburbano… Y de entre todos ellos, uno que me fascinó desde el primer momento y que ha tenido la virtud de hacer fantástica música cuando era puro folk, pura fusión (quizás mezclar “puro” y “fusión” sea una incoherencia semántica, pero queda bien) o música de cine. Curioso. Y es más fascinante aún por la circunstancia de que recordar la discografía de Suburbano (sí, ése es el nombre del grupo que me ha acompañado desde tan temprana edad), sus etapas, su historia es hacer un recorrido por mi propia vida. O por una etapa importante de ella; la de, por ejemplo, cuando jugaba en nuestro particular Maracaná sevillano (hermosa historia la de los futbolines y demás vicios infantiles) con mi amigo Paco y su habilidad para fregar platos y bajar la basura cuando yo cocinaba, porque con los delanteros y defensas de madera, era ruinoso. Tenía que decirlo.

Desde ese 9 de mayo de 1979 en que nacieron como grupo en la sala de teatro “El Gayo Vallecano” (y también el año de mi primer curso en la Facultad, en Sevilla) hasta la fecha, sin parar como uno de sus discos (Ya no puedo parar), yendo casi siempre a contracorriente y, sin ser reconocidos cuando lo hacían a favor, hemos tenido no un recorrido paralelo (más quisiera yo), pero sí que se ha tocado en muchos puntos y momentos. Hemos reverenciado y oído a los mismos músicos; hemos sido testigos de la misma historia y, en muchos casos, desde la misma perspectiva; hemos ido a la vez a contramano. Hemos vivido juntos en mi memoria, aunque esto último ellos no lo saben.

Mientras, en julio de ese mismo año graban su primer disco, con el nombre del grupo: Suburbano, basado en el folklore de la Península Ibérica. Nunca me cansaré de deleitarme escuchándolo. Lo gracioso es que cuando hace no demasiado tiempo pude comprar el original en cd, me resultaban extrañas algunas partes, puesto que estaba acostumbrado a oírlas distorsionadas por el paso del tiempo en esos artilugios del siglo XVII ó XIX llamados radio-casettes (sí, los que se alimentaban de las cintas  a las que hacía referencia antes.)

Con ellos, como adorno, arranca una serie de músicos que ha hecho historia en nuestro panorama musical, así: Tino di Geraldo, batería (Paco de Lucía, Camarón, Luz Casal o Manolo Sanlúcar), Billy Villegas, bajo (Aute, Cómplices, Antonio Vega), Andreas Prittwitz, saxo (Ana Belén, Miguel Ríos...) o Esther Godinez (Sabina, Duncan Dhu.), y muchos más hasta hacer 27 sin incluir a Luis Mendo y Bernardo Fuster, fundadores y padres de la criatura. Nunca han sido tontos para rodearse de los mejores, ni para acompañarlos, puesto que han tocado (enriquecido, mejor dicho) con Aute, Luis Pastor, Sabina, Pepa Flores, Vainica Doble... entre otros muchísimos (lo más curioso es que una vez acompañaron a Sara Montiel, pero entonces no había Tomate ni Salsa Rosa, creo que perdieron una oportunidad).

Ya en el 80, hacen una gira nada menos que con los inmarcesibles Gwendal, otro grupo de los de las mayúsculas incrustadas en el nombre. Vale, corrijo, GWENDAL (así, con mayúsculas los vi en Sevilla, con sus “mouettes” de entonces). Suerte la de quienes vieran la gira compartida, pero fue sólo por el País Vasco (entonces casi, casi, se decía aquello de las provincias vascongadas; qué feo).

Y en ese mismo año sacan otra gema de adorar: Marismas, y, como dicen ellos: “en este disco empezamos a fusionar el folklore con el jazz. Es un disco totalmente experimental y enloquecido. En él volcamos las influencias de grupos como Kolinda, Malicorne, Gentle Giant y Weather Report, partiendo siempre de melodías populares españolas.”

En 1981 realizan una gira con otro de mis músicos fetiche: Luis Pastor, que sigue teniendo una voz y una sensibilidad fuera de lo normal. Sí, ése que hacía de ciego en el programa de la tele (parece mentira que mucha gente sólo le recuerde por ese programita). A él tuve la suerte de verlo en directo en Algeciras, en una pequeña sala que ya no existe (es raro en Algeciras, donde desde siempre se han mimado  la cultura y  sus manifestaciones. Bueno, huevos duros en la cara no, por favor, que dejan marcas.) Y además cantó una de las canciones que le pedí, aquélla de “Cree que es sólo una mujer, pequeña y sin importancia…”. Nfinss…

En el 82, ese año en que no pasó casi nada en nuestro país, prácticamente nada, ellos van y graban otro de esos discos que no puede faltar en ninguna colección mínimamente digna: “Danzas Rotas”. Según sus palabras: “Como su nombre indica, este disco era un ejercicio de “romper” danzas tradicionales, mezclándolas con músicas más urbanas (Jazz, rock…) De nuevo nos da por mezclar.” Y vaya si lo hicieron.

Como en todas las historias de la Historia, que además van unas veces en paralelo y otras distorsionando la geometría euclidiana (esto no sé qué significa exactamente, pero se me ha ocurrido viendo un gol de Van Nistelroy con una parábola increíble, y pensé que vendría bien, y como soy yo quien escribe y casi el único que me lee, pues a ver quién me quita el antojo), no dejé de oír a otros grupos, otras músicas; también fueron otros momentos de mi vida, vistos ahora desde la distancia con poco más que lástima por aquello de mis ataduras de entonces. Ninguna atadura es buena (Chan, digo “atadura”, no “asadura”, que no estoy majara), y si es de las que te promete librarte de las demás, ésa es la peor. Pero bueno, en esos momentos lo creía y como a pesar de lo que intenten con ahínco Acebes, Zaplana, Rajoy y otros de similar o peor calaña, el pasado no se puede cambiar, ahí está y ahí se queda. Eso sí, mi fe ya sólo llega a la creencia absoluta en la imbecilidad humana. Más allá de eso, nada. O sea, que somos imbéciles a rabiar.

Soltada la parrafada pseudo-seria (y la cláusula absoluta, que siempre da un toque culto), no viene de más recordar otra de sus frases que nos da una pincelada de lo que es su carrera, referida a un momento de febrero de 1985: “Componemos, en una noche de borrachera, con la colaboración de Paco Villar la Puerta de Alcalá”. Alguno dirá que no, que es un error. Pues no. El error es que no se sepa. Quesito de Trivial a la buchaca.

En el 92, otro año en el que no pasa casi nada, componen la Banda Sonora de “Makinavaja” que fue y sigue siendo uno de mis personajes favoritos de “El Jueves”, dándole el toque canalla que sólo ellos saben dar y si no, ahí va esto: “Y es que no se enteran / que no vivimos de ausencias / que lo que falta se inventa / que en el barrio sobra ciencia. / Y hay que decirlo / pa´l que no se acuerde: / l a Esperanza es esa puta que va / vestida de verde. // Maki-Navaja, Maki-Poeta / el último chorizo que queda /el último profeta.”

Es decir, Bandas, Jazz fusionado, Folk puro o desbrozado, acompañamientos varios, y siempre con un gusto y un estilo dignos de elogio. Y con letras que cuentan cosas de las de verdad. De las que hay que oír vez tras vez hasta hacerlas memoria.

¿Y qué hacen más adelante, pongamos en 1999? Pues van y graban “20 años y un día”, un disco-libro fantástico con recopilaciones de temas y recuerdos, con fotos en blanco y negro. Leerlo supuso un intenso esfuerzo. Esfuerzo de imágenes apenas recordadas y de nuevo deslumbrantes. Y ellos sin saberlo; han sido todo eso para mí y no lo saben. Menos mal, porque sería una pesada carga si tuvieran esa claridad de lo que hacen, de quiénes les escuchamos y de cómo lo hacemos.

Con ese disco me reencuentran y me obligan a reencontrarme conmigo, con mis fantasmas, mis tan amados fantasmas. Y hasta ahora, que conste.

Además, menos mal para ellos, antes y después, discos, bandas, actuaciones, giras, hasta componer una de las más extensas biografías musicales de nuestro país como Grupo. Inabarcable, pero yo sólo he querido hablarme a mí mismo de algunos retazos de mi vida en los que no estuve solo. Aunque ellos, como decía antes, no lo sepan.

Discos, historias, fotos, imágenes, olores y sabores que en otro tiempo estuvieron vivos, son obligados a volver de su limbo por una voz, una melodía o una humilde nota. ¿No es extraño el mundo?

Eso sí, con grupos como Suburbano no es menos extraño, pero sí, sin duda, más llevadero, hasta hermoso (aunque pocas veces).

Y es que su retronasal es mucha retronasal.

VAINICA DOBLE

VAINICA DOBLE

ALGO SOBRE LAS VAINICA DOBLE GASTRONOMICAMENTE HABLANDO 

Intentando que éste sea un blog casi de cualquier cosa, me ha parecido atinado enlazar dos de los temas que desde siempre me han gustado especialmente, a saber, la gastronomía y la música. En ambos reza un máxima cuasi universal: “para gustos, los colores”, así que me veo en total libertad para exponer (aunque sea al aire) mis opiniones cual aprendiz de tertuliano (pero sin sangre romana).

Me gustaría, una vez vencida mi habitual tendencia genética a la vagancia (como excusa queda de vicio) ir desgranando de a poco mis incursiones en ese mundo tan para mí en según qué aspectos incomprensible.

Recuerdo (o creo hacerlo) que con 13 ó 14 años tenía enormes dificultades para distinguir entre “Mi carro” y “Yesterday” mientras a mi alrededor pululaban los que con una guitarra y una púa hacían virguería tras virguería mientras yo miraba embobado.  Es evidente que a la anterior situación ayudaba y mucho el hecho de que mi oído musical estuviera en un escalón evolutivo inmediatamente inferior al de dos coliflores aliñadas. De hecho el único instrumento musical que puede decirse que he llegado a “tocar” ha sido la Guimbarda y a costa de muchos pellizcos en la lengua. Pero claro, tocar la Novena, o aun La Cucaracha, con la citada arpa de boca es tarea monstruosa. A lo más que llegaremos es a crear ambiente de spaghetti western y, en mi caso ni eso. Si acaso algo gore por la sangre de los pellizcos.

Pero a partir de ahí y de descubrir que también podía disfrutar de la música oyéndola, y de una manera absolutamente casual (la culpa la tuvo el “Jesucristo Superstar” que vi en el viaje de fin de curso de 8º a Granada), empecé a percibir que escuchar música era algo más que esos peñazos 40 de la SER. En fin, que pasada esa primera etapa de confusión y rechinar de dientes comencé a ir disfrutando de a poco algunas cosillas de ciertos valor y enjundia hasta que, para mi sorpresa, descubrí en mi etapa hispalense, la existencia de emisoras no dedicadas al consumo puro y duro. Esas emisoras, sobre todo una de la que desafortunadamente olvidé el nombre, emitían algo llamado “música folk”. Que resulta que ahora, tras cientos de años, está de moda, aunque con distintas etiquetas (nuevas músicas, étnica y similares). Cosas de la vida.

De ahí a los cantautores sólo existía un pequeño escalón. Muchos se tropezaron en él, las cosas como son. Y a medias entre unos y otros, sin ser ni folk, ni pop ni cantautores, descubrí a un dúo realmente fantástico, de los que ahora se dice “de culto”. Las inigualables, las grandes, las inmarcesibles… VAINICA DOBLE. Y muchos de vosotros (ja ja ja ja, “muchos”) estaréis pensando qué narices tienen que ver las Vainica con la cocina. Bueno, podría decir aquello de que lo escribo tras la publicidad, pero mejor no lo hago. También podría escribir los versos más bellos esta noche, pero me copiaron la frase.

El caso es que fue por culpa de una amiga a la que también le gustaban el ajedrez (y más adelante me di cuenta de que le gustaban mucho más los ajedrecistas, y los toreros, y los funcionarios de Organismos Autónomos, etc.) y la cocina, como me inicié en el noble arte culinario, descubriendo que había un mundo mucho más allá del puchero y los huevos fritos. En mi caso, mi rito iniciático fue a través de una vichyssoise. A partir de ahí el mundo no fue el mismo. Ni el puchero.

El siguiente paso, el lógico, fue agenciarme el nunca bien ponderado “1080 Recetas de cocina” de Simone Ortega, que aún se sigue reeditando (en mi caso la opción era ésa o comer de lata, así que…).

Y aproximadamente por esas fechas, comenzó a emitirse en televisión el mítico “Con las manos en la masa” (1984-1991), presentado por Elena Santonja; un magnífico a la par que pionero programa de cocina en el que la canción de entrada la cantaban Sabina (sí, sí Don Joaquín Sabina) y Vainica Doble (Gloria Van Aerssen y Carmen Santonja, ya fallecida hermana de la presentadora del programa) sobre texto de las Vainica. Y que levante la mano quien NO la haya oído nunca. Curiosamente, lo que mucha gente desconoce, es que uno de los mayores éxitos de Sabina (con éste ya tiene uno más que Ramoncín (nótese el fino guiño al “No al Canon”)) fue la Entradeta de este programa. ¿A que resulta curioso?

Bueno, pues ya casi lo enlazamos todo.

De cocina a Elena Santonja y de ella a las Vainica. Pasando por el folk, el pop y por Sabina (cantautores). O casi.

Por si acaso alguien en este momento levantara imaginariamente su mano, os pego la letra de la entrada, a ver si así:

Siempre que vuelves a casa
me pillas en la cocina
embadurnada de harina
con las manos en la masa.

¡Niña!, no quiero platos finos,
vengo del trabajo
y no me apetece pato chino.
A ver si me aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino.

Papas con arroz,
bonito con tomate,
cochinillo,
caldereta,
migas con chocolate,
cebolleta en vinagreta,
morteruelo,
lacón con grelos,
bacalao al pil pil
y un poquito’e perejil.

—¡Chiquillo! que yo hice un cursillo
para cordon bleu.
—Eso ya lo sé pero, ¡chiquilla!
—¿Qué?
—Dame pepinillos
y yo los remojaré
con una copita’e Jerez.

Y para no dar pie a que nadie se queje por lo “antiguo” de la canción, pego también la versión que ha hecho una cantante curiosísima, Rakel Winchester. Y es tan curiosa que su apellido musical no hace referencia directa al famoso rifle del Oeste americano sino que es una deformación del nombre del filósofo Wittgenstein. Toma ya y ahí va:

Siempre que güervo a casa
me pillah en la cosina
to embadunnao d'harina
con las manos en la masa
-Chiquillo, no quiero platos finos
vengo der trabajo
y no m'apetese pato chino
a ver si m'aliñas
un gazpacho con su ajo y su pepino

Papas con arró, bonito con tomate
cochifrito, caldereta,
migas con chocolate,
sebolleta en vinagreta,
morteruelo (er qué?), lacón con grelos,
bacalao al pil pil...
...y un poquito perejil

-Chiquilla, que me he ido a unos cursillos
pa que comas bien!
-Eso ya lo sé, pero chiquillo...
-...¿Qué?
-Dame pepinillos, que yo los remojaré
con una copita de Ojén
-Permasa, vamoh aquí queh lo que pasa!
pero, ¿qué quiereh pa comé?
-Me sa quitao el hambre con la guasa...
-Poh vete al carajo!
-Calla y limpia la cosina
dándole con el estropajo!

Papas con arró, bonito con tomate
cochifrito, caldereta,
migas con chocolate,
sebolleta en vinagreta,
morteruelo (er qué?), lacón con grelos,
bacalao al pil pil...
...y un poquito perejil

Curiosas las variantes y oírlas, más. Os lo recomiendo, aunque lo mismo da para otro desparrame neuronal de éstos.

En definitiva, que a quien le guste la música le viene bien un soplo de aire como el que dieron las Vainica, y a quien le guste la cocina, ver los programas de “Con las manos en la masa” (he visto recientemente reposiciones en algún sitio).

Yo, mientras termináis de leer esto, me voy a comer un guiso de patatas de ayer que hoy está para satisfacer mis más bajos instintos.

Salud y República.