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Erbló de Paco Rebolo... la última frontera.

LA CASA DE MI AMIGO JUAN: LOS ARCOS

 

En los momentos de crisis nada hay mejor que refugiarte en tus cuarteles de invierno, poner varios troncos en la chimenea, darle cuerda a tu perro de peluche y ver pasar los cadáveres de tus enemigos. Sobre todo si lo son en forma de chuletón de buey, que yo siempre me he llevado mal con los bóvidos en general.

Porque lo de fumar en pipa ya está tan demonizado que empieza a resultar imposible. O inasumible, que no es lo mismo pero es igual (Silvio Rodríguez dixit).  Y lo de pasar las páginas del libro, debo confesar que ya, con mi lector de ebooks, ha quedado atrás. Las modernidades de las buenas.

Pues eso, que lunes tarde, duda metódica y varios retos. A saber, dar cuenta de pulpo a la gallega, almejas al lujo y algún que otro entrecot que sobrevolara la zona. Y una pregunta… ¿realmente es necesario acudir a lugares exóticos para engullir con fruición y deleite un magnífico pulpo a la gallega? ¿O esas almejas que no aspiran a ser de Carril, porque el famoso lugar gallego no da para más pero que no desmerecen en absoluto?  Y siempre nos queda el recurso de acudir al reclamo del puchero de los lunes, pero ésa es otra historia.

Así que, ante la perspectiva, nos refugiamos en lo de mi amigo Juan, de nuevo, entre esos troncos y peluches que hacen acogedora la tarde y entretenida la faena. El tema es que uno acaba yendo despistado, momento que ellos aprovechan para echar las redes y cobrar una nueva pieza en forma de incondicional converso. Y otra dificultad es que, a la hora de escoger, parece mentira que tengamos tanto y de tanta calidad: Buey, Carnes argentinas, Carrilladas varias, Foie de pato (del bueno), Nécoras, Gambas, Mejillones (de los de época y no me refiero a la revista), Gambas, y esos menús que son de los de cerrar los ojos y verte en casa de tus padres. Eso sí, los platos de diseño ni colgados en las paredes.

Por cierto, ¿alguien podría explicarme la moda de poner siempre patatas congeladas en platos, tanto de menú como de carta en tantos y tantos sitios? ¿Acaso hemos perdido el paladar? ¿O el sentido de la decencia? Pues aquí las patatas de las de siempre. Con lo cual, punto a favor. Y, para mí, de los importantes, a lo que añadimos guarniciones sin pamplinas, y con lo adecuado, pimientos fritos o asados, patatas, cebollas o tomates partidos y a la plancha… Mmmmm. 

Y el problema es que pasamos el lunes, llegamos al sábado y casi siempre aparecen Adelaida y su magnífica paella recién sacada de imprenta (sobre las 14.30, para los despistados). Y cuando no, Mª Carmen y Juan me acaban liando y no es la primera vez que montamos un cirio del nueve en forma de cocido, caldereta, vieiras, tempuras o cualquier asunto que merezca la pena y el esfuerzo. Y siempre son otros setenta u ochenta los que acaban deleitándose en comandita mientras Inma, Ventura y Eva tienen que multiplicarse para no morir en el intento.

¿Más problemas? Sí, que ya somos muchos los que lo conocemos y hay veces en que esa tranquilidad se ve enturbiada por tantos y tantos acólitos acodados en los ya casi desgastados barriles y especulando sobre el número de ángeles que caben en la cabeza de un alfiler, las elecciones en Bosnia-Herzegovina o las últimas fluctuaciones del mercado de futuros de Hong Kong. En definitiva, el lugar que uno siempre quiere tener a mano cuando tiene algo que celebrar… o porque no lo tiene.

Cosas del Río Ancho.

1 comentario

Francisco Javier Tarrío Ocaña -

Totalmente de acuerdo con la observación sobre las patatas congeladas.
Congelado sólo el hielo.
Saludos de Javier.