COCIDO "PARA GATOS"
En el poco soterrado mundo de los cocidos, las ollas, los potajes y las potencias de 10 destaca con valor propio el cocido maragato, monumento al colesterol do los haya. Y si añadimos las confusiones auditivas propiciadas por los móviles nos encontramos con un magnífico plato y una no menos magnífica confusión que da título a este más relato que receta.
Nos ponemos en situación: llamada de teléfono a mi colega Pedro un día antes de la zampada y aproximadamente de esta forma:
YO- ¿Te vienes a comer un cocido maragato mañana?
Pete (es que de esta forma queda más internacional)- ¿un cocido queee?
YO- Maragato
Pete- ¡Anda y que no haces cosas raras!
YO- ¿¿¿???
Pete- Vamos, que me vas a decir que un cocido PARA GATOS es normal.
YO- ……….
Y en ese momento –tras conseguir encajarme la mandíbula, muy deteriorada del descojone obvio- tocó explicar algo sobre la comarca de la Maragatería y sus leonesas virtudes. La pena es que, para colmo, el colega no pudo venir. Así que procedemos: El cocido maragato es un producto más de la cocina de carnes rotundas, legumbres, hortalizas y chacinas a mano y hambre a espuertas. Como curiosidad, debe destacarse que se come al revés, que no significa que tengamos que hacer el pino (aunque bien pensado…), sino que empezamos por lo contundente, las carnes o, como mejor creo que nos gusta por estos pagos, la pringá. Inconmensurable, por cierto.
Los ingredientes son simples, al menos siete tipos de carne (incluyendo chacinas), garbanzos, patatas, coles, fidelines, huevo, pan rallado, ajo. En nuestro caso, las carnes fueron jarrete de ternera, pollo y gallina de campo, tocino ibérico, chorizo sin ahumar, lacón ahumado, carne de cerdo, costilla salada, hueso de jamón, hueso de ternera, careta y manos de cerdo. Obviamente nos faltó la cecina, pero no me fiaba del resultado final. Y no, no lleva morcilla.
Y el proceso tan simple o más. En una olla, echamos en frío los huesos, la gallina, el pollo, el tocino y la costilla; cuando arranque a hervir y hayamos comenzado el arduo trabajo de quitar las impurezas (que no abandonaremos en ningún momento, hasta el final) incorporamos el jarrete, la carne de cerdo las manitas y la careta y a la hora, aproximadamente, añadimos los garbanzos (mejor en una redecilla) que, recordamos, hemos dejado la noche anterior en agua templada y sal, remojados y revueltos. Este proceso nos lleva alrededor de 3 horas a fuego lento, que completaremos cuando al día siguiente tengamos que calentar la olla a la que ya llamaremos por su nombre. Entre eso y el calor residual, mmmm. Casi al final, partimos patatas, coles, chorizo y los echamos en un cazo aparte y cuando le queden unos 15 minutos, incorporamos el lacón. Sacamos caldito y hacemos unos lindos fidelines y hacemos un apaño interesante con algo de chorizo, jarrete, huevos, pan rallado y ajito, con los que amasamos bellas bolas que, luego freiremos y pondremos en nuestro primer plato como trofeo inmarcesible.
Y así se sirve, primer plato: las carnes y la bola; segundo: garbanzos, coles y patatas; tercer plato: caldo y fidelines. Cuarto plato: ambulancia de la Seguridad Social.
Para acompañar, buen pan blanco y vino que nos refresque el gaznate.
1 comentario
Monica -