VOLCÁN DE CHOCOLATE
Como soy un animal de costumbres y una persona proclive al pecado, y hallándome en tamaña tesitura no sabía hacia qué vicio tirarme, pensé en mi amigo Juan, de Los Arcos, en la Bajadilla y no seais malevos, es que Carmen, su mujer y cocinera ad-hoc, prepara un postre que, muchos años atrás probé por primera vez en el Casino de San Roque y sencillamente me impactó: Volcán de chocolate. Como suena (esperad un segundo que me limpie que estoy salivando).
De este postre me intrigan muchas cosas, pero la más importante es por qué extraña y oculta razón no hay nadie que yo conozca que prepare tan sicalíptico regalo de los dioses. Y además no es ni medianamente difícil elaborarlo. Cosas veredes, Sancho, cosas veredes.
A saber, pero teniendo en cuenta que hay muchas variaciones en cantidades y casi todas válidas: 3 huevos, 200 gr de mantequilla blanda, 150 gr de azúcar glass, 110 gr de harina, una pizca de canela (opcional), 250 gr de chocolate negro, cuanto más puro mejor y un pelín de sal (para potenciar los sabores). Da para unos pocos si consideramos seis como unos pocos. Y el proceso es sencillo, por una parte se funde el chocolate, para lo que recomiendo el microondas porque es de las pocas cosas que salen estupendamente así… aunque hay que tener cuidado con el calor residual y aprovecharlo, no al revés y que sea él el que te aproveche a ti como si de un político al uso se tratara. Una vez fundido, se mezcla, se bate, se interrelaciona todo hasta el límite de nuestra batidora y ya lo tenemos casi todo.
Sólo nos queda untar unos moldes que yo prefiero de silicona, poner el horno a 200 grados (importante, no convertir los grados a euros, que nos liamos) y dejarlos entre 8 y 10 minutos porque cada horno es un mundo, cada día diferente y la experiencia es un grado (que no sumamos a los anteriores).
Así conseguimos hacer del error virtud, puesto que nuestro postrecito se hace costra por fuera y lindo chocolate derretido por dentro, que es lo que se nos desparrama.
Para ayudar a la zampada y a la presentación, me gusta hacer unas natillas para el fondo, romper unos frutos secos y extenderlos con fino estilo y, si puedo, un caramelo en hebras con mantequilla y azúcar, pero eso ya es pecado mortal y como yo no creo en Dios, me genera unos enormes problemas existenciales.
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