ASADOR BIZKAIA
15:00 hora Zulú (queda muy bien en las series USA, no sé yo si aquí
); Estación de San Roque (casi en el último paso a nivel); tres hombres y un destino: Asador Bizkaia. La verdad es que cuando se inaugura un nuevo templo gastronómico uno va con la sensación de abrir un regalo sorpresa. Y la realidad es que, en este caso al menos, la sorpresa lo fue y muy grata.
Nada más entrar, la vitrina nos muestra unos chuletones boyeros con promesa de eterno colesterol y vetas que, tras el oportuno tratamiento, anuncian una presencia que impone. Palabras mayores.
Al torcer la vista de tan hipnótica ilusión, se topa uno de frente con una barra plena de pintxos (algo más que pintxos, tostas en pan frito, colores y olores que alegran los sentidos) con varianzas de lo más adecuado, sobre todo a según qué horas.
Y, ya metidos en la más que coqueta sala de zampadas, hay que entretenerse en la carta, releerla con fruición, intentando imaginar los ofrecimientos para satisfacer nuestra creciente gula. Mucha a estas alturas. Y ya nos encontramos con el primer problema, ¿con qué nos entretenemos? Sugerencias de aquí un servidor: Una Ensalada de langostinos en Tempura con Salsa Dulce Picante, un Crujiente de Hongos (boletus en este caso, con pasta filo) con Rúcula y Parmesano o, si nos atrevemos ya a estas alturas un Arroz Meloso con Calamares, Morcilla y Pollo (mi debilidad son los arroces melosos, así que no comento mucho más).
En estos instante ya nos damos cuenta de que más en un almuerzo estamos ante la decimotercera de las pruebas de Hércules, puesto que nos contempla un Bacalao al Pilpil puramente vizcaíno, al que no nos podemos sustraer dado el nombre del local o, si somos tan osados, el tema carne abre las posibilidades en forma de Cochinillo al estilo segoviano (inmenso de sabor y en su punto de cocción); Lomo alto de Buey (sólo hay que verlo en la vitrinas, todavía sueño); Cordero Asado a baja temperatura con patatas panaderas (hermosa promesa). Por cierto, las guarniciones cuidadísimas, nada de inventos extraños ni concesiones a cosas preparadas y congeladas (Gracias, Jose).
Si a estas alturas aquellos que seáis católicos no habéis recibido aún la extremaunción (los no católicos tenemos vía libre, cosas del escepticismo), podéis asomaros a uno de esos postres que, más adelante, contaréis a vuestros nietos cuando estén ante la chimenea, con el perro y las zapatillas. Los que no tengáis nietos podéis contárselo a las zapatillas o al perro, pero procurad que no haya nadie cerca, sobre todo si optáis por la primera opción.
A saber: independientemente de los consabidos flanes caseros y similares (nunca despreciables, por otra parte), tenemos algunas cositas de lo más curioso, dos sorbetes, uno de Cítricos y Cointreau (léase Cuantró por mor de los gabachos) y otro de Albahaca (¿a que os pone?) y la tercera que sólo con el nombre ya nos hace recoger los jugos gástricos con fregona: Sopa de Chocolate Blanco con Brownie y Helado de Regaliz.
Si además de a todo lo anterior le añadimos una presentación de los platos muy detallista (y nada de nouvelle cuisine, nadie se va con hambre que conste), suave música de fondo, una vajilla agradable a la vista (qué poco se miran esos detallitos muchas veces), un vino de la casa más que apreciable y un personal de Sala atento, profesional y amable (el otro Jose de la casa), pasando por unos elementos comestibles de una calidad notabilísima, creo que sólo me queda recomendar que hagáis reserva, porque además no es un lugar masificado, sino con ocho o nueve mesas de las que invitan a una muy larga sobremesa.
Para "Apunta, Guía del Ocio y la Cultura del Campo de Gibraltar" de noviembre-2007
Nada más entrar, la vitrina nos muestra unos chuletones boyeros con promesa de eterno colesterol y vetas que, tras el oportuno tratamiento, anuncian una presencia que impone. Palabras mayores.
Al torcer la vista de tan hipnótica ilusión, se topa uno de frente con una barra plena de pintxos (algo más que pintxos, tostas en pan frito, colores y olores que alegran los sentidos) con varianzas de lo más adecuado, sobre todo a según qué horas.
Y, ya metidos en la más que coqueta sala de zampadas, hay que entretenerse en la carta, releerla con fruición, intentando imaginar los ofrecimientos para satisfacer nuestra creciente gula. Mucha a estas alturas. Y ya nos encontramos con el primer problema, ¿con qué nos entretenemos? Sugerencias de aquí un servidor: Una Ensalada de langostinos en Tempura con Salsa Dulce Picante, un Crujiente de Hongos (boletus en este caso, con pasta filo) con Rúcula y Parmesano o, si nos atrevemos ya a estas alturas un Arroz Meloso con Calamares, Morcilla y Pollo (mi debilidad son los arroces melosos, así que no comento mucho más).
En estos instante ya nos damos cuenta de que más en un almuerzo estamos ante la decimotercera de las pruebas de Hércules, puesto que nos contempla un Bacalao al Pilpil puramente vizcaíno, al que no nos podemos sustraer dado el nombre del local o, si somos tan osados, el tema carne abre las posibilidades en forma de Cochinillo al estilo segoviano (inmenso de sabor y en su punto de cocción); Lomo alto de Buey (sólo hay que verlo en la vitrinas, todavía sueño); Cordero Asado a baja temperatura con patatas panaderas (hermosa promesa). Por cierto, las guarniciones cuidadísimas, nada de inventos extraños ni concesiones a cosas preparadas y congeladas (Gracias, Jose).
Si a estas alturas aquellos que seáis católicos no habéis recibido aún la extremaunción (los no católicos tenemos vía libre, cosas del escepticismo), podéis asomaros a uno de esos postres que, más adelante, contaréis a vuestros nietos cuando estén ante la chimenea, con el perro y las zapatillas. Los que no tengáis nietos podéis contárselo a las zapatillas o al perro, pero procurad que no haya nadie cerca, sobre todo si optáis por la primera opción.
A saber: independientemente de los consabidos flanes caseros y similares (nunca despreciables, por otra parte), tenemos algunas cositas de lo más curioso, dos sorbetes, uno de Cítricos y Cointreau (léase Cuantró por mor de los gabachos) y otro de Albahaca (¿a que os pone?) y la tercera que sólo con el nombre ya nos hace recoger los jugos gástricos con fregona: Sopa de Chocolate Blanco con Brownie y Helado de Regaliz.
Si además de a todo lo anterior le añadimos una presentación de los platos muy detallista (y nada de nouvelle cuisine, nadie se va con hambre que conste), suave música de fondo, una vajilla agradable a la vista (qué poco se miran esos detallitos muchas veces), un vino de la casa más que apreciable y un personal de Sala atento, profesional y amable (el otro Jose de la casa), pasando por unos elementos comestibles de una calidad notabilísima, creo que sólo me queda recomendar que hagáis reserva, porque además no es un lugar masificado, sino con ocho o nueve mesas de las que invitan a una muy larga sobremesa.
Para "Apunta, Guía del Ocio y la Cultura del Campo de Gibraltar" de noviembre-2007
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