“El jardín de senderos que se bifurcan” es un relato corto y magistral, situado cronológicamente en la Segunda Guerra Mundial, del no menos insigne argentino Jorge Luis Borges; autor por otra parte poco inclinado hacia veleidades tendentes a lo bermellón. O, como diría el Gran Wyoming, más cercano a un ultracentrista que a otra cosa.
En él (tanto en el autor como en el relato) todo tiene una segunda o tercera causa y, lo que parece una simple novela policíaca, “es una enorme adivinanza, o parábola, cuyo tema es el tiempo; esa causa recóndita le prohíbe la mención de su nombre”, según las propias palabras del autor.
En cualquier caso no es una crítica literaria lo que quiero hacer, ni siquiera un cocido madrileño de los que tanto empiezan a apetecer en estas extrañas fechas, en las que incluso el clima se encuentra a media asta.
No.
El tema que me atrae últimamente es la facilidad que tienen algunos políticos de medio pelo por no citar las cosas por su nombre y citemos para ello de nuevo a Borges: “Es el modo tortuoso que prefirió, en cada uno de los meandros de su infatigable novela, el oblicuo Ts'ui Pên. (...) no emplea una sola vez la palabra tiempo”.
Imagino que los Padres de la Patria estarán inmersos en el gran debate de si el lenguaje modela la realidad o si es la realidad la que ganará la Liga.
Así, en un alarde soberano de imaginería literaria, deforman, distorsionan, violentan ad nauseam expresiones que, en román paladino, quedan en evidencia precisamente por eso, por el ímprobo esfuerzo en disfrazarlas.
Y aquí debo recurrir de nuevo a Borges, ya que él lo expresa mucho mejor que yo, como no puede ser de otra manera, al manifestar lapidariamente en la obra citada: “Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y a perífrasis evidentes, es quizá el modo más enfático de indicarla”.
Y alguien (si es que alguien me lee) podría decir: “este tipo es un exagerado” o quizás “¿Qué me gusta más, el folk bretón o el normando?”, pero no quiero pecar de indocumentado ni desparramar sin aportar ejemplos tan evidentes de metáforas jamás soñadas por los mejores escritores que la Humanidad y los Premios Planeta han dado.
No es ni siquiera el incumplimiento de promesas que, de tanto oír, han comenzado a convertirse en mantras, no; si al menos tuvieran esa gallardía… Es el interés en hacernos quedar a los demás, a los que no compartimos sus crípticos mensajes ni en el fondo ni en la forma, como auténticos gilipollas de los que entran pocos en la docena lo que me repugna.
1.- ¿Recordamos la subida del IVA? Fue una campaña de las de ir a degüello en contra de subir ese modelo de igualdad social que es el impuestito de los huevos.
Punto 1: Sí, mienten como bellacos. Recordemos cuando en 2009, el señor que por parte de madres es… Brey, dijo aquello de: “El PP se opondrá a cualquier subida de impuestos, porque significa más paro y más recesión”. O también que esa subida era "un sablazo a la sociedad para cuadrar las cuentas".
Punto 2: Nos meten en ese jardín de bifurcaciones al decir: "impuestos sobre el consumo", "tipos impositivos sobre el alcohol, el tabaco o los carburantes..." y pretender explicarlo ante la petición de información con: "Trato de utilizar los términos hacendísticos más adecuados" (De Guindos dixit).
2.- Los bancos malos, a los que parece que estamos destinados, no son bancos malos, son “‘una sociedad que reagrupa los activos tóxicos de los bancos”, es decir un banco malo.
3.- Por supuesto, el rescate no es un rescate, sino una “ayuda financiera”, "Préstamo en condiciones ventajosas". "Apoyo financiero". "Crédito". Es como decir que una fiambrera no es una fiambrera, sino “un envase con una tapa que puede ser de diferentes materiales: lata, vidrio, plástico,... la utilidad de la cual es llevar algún tipo de alimento, generalmente cocinados, para ser consumidos posteriormente.”
4.- La recesión no es recesión, salvo que gobiernen otros, ahora es “tasa negativa de crecimiento económico”. Bello disfemismo, como el uso de aquella abominación lógica y lingüística que otros, por entendernos, dieron en bautizar como “discriminación positiva”…. Los cojones. Que eso no existe y a ver si nos enteramos.
5.- Ya no se abarata el despido, sino que se “flexibiliza el mercado laboral”, es decir, en uso legítimo de la propiedad transitiva, se abarata y facilita el despido. ¿O nos hemos perdido algo, salvo la escasa inteligencia que nos pudiera quedar, por el camino?
6.- ¿Amnistía fiscal? Ni de coña: "medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas" y también, en respuesta parlamentaria del ministro del ramo: "Señoría, no hay ninguna amnistía fiscal. En el proyecto de ley del Gobierno lo que hay es una regularización de rentas y de activos, que es una figura bien distinta, y además es una medida excepcional para un tiempo excepcional". “Bobos, que sois unos bobos”, le faltó añadir mientras hacía un mohín y una caída de ojos de las que hacen época.
7.- ¿Empleos precarios? ¡No!, “minijobs” (y a mí que me recuerda esto a la peli de Austin Power… Me lo tendré que mirar).
8.- El copago sanitario, ese mal amante que a tantos jode y a nadie satisface, ahora es “Ticket moderador convergente”.
9.- En cuanto a la subida de las tasas y a la bajada de las becas, aquí las perlas son de lo más variado, así, "una racionalización en lo que corresponde pagar a la administración y lo que corresponde pagar al alumno", y, por supuesto, suben las tasas para que todos puedan pagarlas, a la par que promueven la privatización para incentivar lo público.
Así pues, como Borges, este gobierno nos presenta la realidad bajo varias capas de retorcido lenguaje, metafórico, cínico, recóndito, para que nosotros, no más que unos simples mortales, nos esforcemos a través de un intenso diálogo interior en desencriptarlo para alcanzar así cotas sublimes de sabiduría y comprensión. Borges pretendía hablarnos del tiempo, ese enigma, sin citarlo. Otros pretenden mearnos y decir que llueve, es lo que hay.
Aunque me imagino a alguno de esos de mantilla y caspa intensa, llorando por las esquinas al estilo de Yu Tsun, el protagonista de la obra al decir: “Después reflexioné que todas las cosas que suceden a uno suceden precisamente, precisamente ahora. Siglos de siglos y solo en el presente ocurren los hechos; innumerables hombres en el aire, en la tierra y el mar, y todo lo que realmente pasa me pasa a mí.”
Curiosamente, aprovechando el contexto de la Segunda Guerra Mundial, la conflagración comenzó a inclinarse de lado aliado de forma irreversible, amén de por las victorias puramente militares, en el momento en que los aliados fueron capaces de descifrar los hasta ese momento imbatibles códigos que producía su máquina de encriptar “Enigma”. Es decir, poner clarito y sin duda alguna los mensajes que no eran más que letras y cifras sin sentido aparente y que mostraban las distintas estrategias, los movimientos de tropas y materiales, los bombardeos previstos...
Por otra parte, dudo mucho que ninguno de los que sueltan perlas tan floridas como las anteriores haya leído en su vida a Borges, sepa quién fue Yu Tsun ni consiga explicar el concepto leibniziano de la existencia simultánea de varios mundos disjuntos.
Por tanto, en alarde lógico insuperable, deduzco que piensan y actúan pensando en nosotros como en cretinos, gilipollas irrecuperables pertenecientes a una casta un escalón por debajo en valores del musgo ártico e indignos de la bondad infinita de aquellos que nos esquilman por nuestro bien.
Y no sé por qué extraña razón pero no, no me gusta la perspectiva. Habrá que seguir reventando la “Enigma” actual a ver si así.