CROQUETEANDO
Pues como lo prometido es deuda, y pensando en que si somos seis o siete en casa sobrará algo del cocido multitudinario que hicimos el mes pasado, podemos hacer un ejercicio de reconciliación con alguna vida anterior o recordar esos almuerzos en familia con olor a magníficas frituras y plantearnos unas croquetas de las que quitan el hipo. Cuando hablamos de croquetas siempre tenemos dos opciones, la primera comprarlas congeladas pero, desgraciadamente, aparte de ganar en rapidez (¿para qué, dónde vamos a llegar con tanta bulla?) perderemos en respeto del resto de la humanidad. Recordemos, todas, TODAS, las croquetas congeladas son sencillamente abominables. Más aún, repugnantes. Allá vosotros. Como si os da por esnifar amoníaco, y si os gusta…
La segunda, hacerlas nosotros. ¿Cómo? Casi como con todo, con un poco de cariño y sencillez. A saber para la bechamel: 2 cucharadas de mantequilla y dos o tres de harina. Se funde la mantequilla y se incorpora la harina, se hace un roux, que no es sino cuando la mezcla anterior coge un lindo color avellana y, a partir de ahí, a incorporar leche sin que llegue a hervir. Se mueve y se mueve, con cariño y madera, hasta que queda totalmente despegada de la sartén. Como paso intermedio, y sin que afecte a lo de mover, incorporamos la carne de ternera, la morcilla, el chorizo y algo de tocino (poco) de los restos cocideriles.
Y como unas croquetas solas lo mismo acaban deprimiéndose, podemos aprovechar y dejar muy blanditas unas cebollas cortadas muy finas y diluir queso Roquefort, Cabrales o buen Parmiggiano (es Parmesano, pero así parece más fino) e ir incorporando la mezclas a la bechamel hecha como antes (pero sin las sobras del cocido, claro). Hechas las croquetas, sean las que sean, lo mejor es extender la masa en una fuente y dejarla en la nevera por la noche y al sacarlas, huevo y pan rallado (a mí me gusta repetir este proceso) en el que incorporaremos algo de sal. Y, por supuesto, freír en aceite de oliva (cuidado con quemarlas por fuera y dejarlas blandas en el interior) tras haberles dado forma con dos cucharas (lo del método sobaquero ha caído al rango de vulgar leyenda urbana).
Y como traca final, ya metidos en faena, queda de lujo asiático hervir ramitas de brécol que parecen bonsáis, y, sin que lleguen a estar blandos del todo, empanarlos lo mismo que las croquetas y freírlos igual. Da un toque muy fresco al plato. Por supuesto, esto puede necesitar salsa y las de tomate frito o mayonesa casera van bien. Por favor, mayonesa CASERA, nada de engendros enlatados. Recordad que estas cosas generalmente son como las tiendas de los chinos, donde entras para comprar cosas que se parecen a cosas, pero no cosas de verdad.
¿Y si algún día hablamos de seis o siete salsas? Mmmm…
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cerise -